La vida pasa en un instante. Un instante diminuto o gigante, que se atraviesa en la garganta o fluye como si tuviera claro cuál es el camino a seguir. Como si siempre lo hubiera sabido. A veces nuestros instantes saben más que nosotros mismos, nos arropan como padres amantísimos, susurrándonos al oído que todo va a salir bien.
Ellos sabían, mucho antes de que os conociera, que nos haríamos amigos, sabían que superaría los obstáculos normales en la vida, que amaría, que me gustaría esa película, que sería capaz –por fin- de cocinar sin quemarme y de terminar de leer ese libro que antes me costara tanto.
Nuestros instantes siempre saben más que nosotros mismos, o quizás no somos conscientes –verdaderamente conscientes- de lo que sabemos hasta que no podemos concretarlo en algo tan tangible como un instante.
De un modo u otro, todo termina siempre solucionándose en el momento adecuado. No antes, no después, sino en el único instante posible.
Etiquetas: Tengo todos los males de la tragedia griega
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busco academia en la que aprender a saborear instantes, y a no pensar constantemente en ellos...
Anónimo dijo...
12:26 p. m.
Y no se que raros malabarismos consigues hacer para permanecer quieta unicamente las milesimas de segunda que dura el instante.
Tu me manques
5181553 dijo...
11:44 a. m.
en el único instante posible...
me gusta :-)
Azena dijo...
7:19 p. m.
Para la oruga fáustica necesitada de amor al presente instantáneo y no a los recuerdos, le recomiendo caminar y las infusiones de verbena.
Rosario Hdez. Catalán dijo...
1:29 p. m.
..."El único instante posible..." me hace pensar en la metafísica de la nada en sobre Héroes y tumbas de Ernesto Sábato; me hace pensar en el tiempo, en la continuación...
Se nota que era un buen momento para la esperanza.(Tal vez la vida sea un único momento)
Gracias por tu texto. Saludos.
Anónimo dijo...
9:19 p. m.